martes, febrero 22, 2011

La natural tolerancia de la mayoría


La natural tolerancia de la mayoría

Gorki Gonzales Mantilla
Enfermos y desviados cuando no salvajes o malditos son las coordenadas del estatuto moral atribuido a ciertas minorías, las que pueden representar un peligro para los intereses y valores imperantes. A estos grupos se les reconoce como iguales a costa de negar sus diferencias, de anular su identidad. Esta igualdad tramposa se ha visto reflejada en las escaramuzas recientes a propósito del debate sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y los derechos derivados de esa posibilidad.
Salvo discretas excepciones, en plena campaña electoral, esta discusión ha tenido como base el prejuicio antes que las razones. Y los políticos han confabulado para que el problema de fondo siga invisible. La anécdota, el adjetivo fácil y la ausencia de crítica constitucional han permitido que los derechos en juego pasen como un problema de conciencia expresado en la idea de “lo natural”.
“Lo natural” nuevamente surge como respuesta para negar los derechos de quienes hoy son minoría y están subordinados a cierta moral imperante. Ese mismo argumento, no está demás recordarlo, se vincula al discurso de la desigualdad y la exclusión desde siempre.
La “natural ociosidad del indio” fue el argumento usado desde el arribo de los españoles, para justificar la necesidad económica de someter a los aborígenes al trabajo forzado. Decían que había que sacarlos de ese “natural” estado que implicaba vivir en pecado. La “naturaleza” del aborigen fue confrontada con la impuesta por los invasores y obviamente perdió. Su secuela se lee ahora como la brecha de discriminación y racismo que atraviesa nuestra vida republicana.
Hoy es evidente que detrás del argumento de lo natural se oculta una visión perfeccionista para imponer un modelo de vida. Quien sostiene que el matrimonio entre personas del mismo sexo no obedece a lo natural, está diciendo que los individuos se realizan de un sólo modo, que sus fines sólo tienen una vía para ser legítimos. Así, lo natural se presenta como una relación de predestinación, un modelo de vida definitivo e incontrovertible.


El perfeccionismo moral se desliza con amplitud en el discurso religioso y se entiende que así sea. Después de todo, los valores religiosos son apreciables desde la fe por las creencias y constituyen parte fundamental del acervo protegido por los derechos individuales. Es por estos derechos que se garantiza la libertad de conciencia, la misma que justifica la capacidad de cada individuo para elegir si conforma su vida a esos valores o no.
Las democracias constitucionales preservan la libertad de conciencia para su ejercicio individual, y le restan legitimidad cuando es usada para imponerse a los demás. Quizás es ahí donde radica la fuerza moral de los derechos individuales, pues ellos protegen, entre otras cosas valiosas, la particularidad como rasgo de la propia diversidad.
Por eso lo natural no puede imponerse como exigencia moral sin vulnerar la libertad individual. En una democracia constitucional, los planes de vida de la mayoría, el matrimonio o sus consecuencias no se justifican en la idea de lo natural. Son construcciones y conquistas culturales tanto como los derechos. Hace algunas décadas la fecundación in vitro se proyectaba como una ruptura con “lo natural”. Hoy quién podría decir que los niños procreados gracias a esta técnica son “antinaturales” y por lo tanto no tienen derechos.
"Lo natural" debe permanecer en la conciencia de quienes creen en ello. De lo contrario las normas sobre la vida buena serán impuestas por las mayorías y la tolerancia será un reflejo solapado de su voluntad. Se creará la ilusión de la igualdad natural para aplastar las diferencias, como en el atrio de la Catedral de Lima.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Profesor Gorki:

Su blog esta muy interesante, felicitaciones!

Le comento que hoy en la tarde en el curso de Derechos Humanos nos explicaban como la teoría de
Juan Ginés de Sepúlveda "los seres humanos son naturalmente desiguales" sirvio para justificar el sometimiento de los indios y considerarlos naturalmente incapacez y por lo tanto requeridos de tutela indígena.

El dar por “naturales” determinadas circunstancias sin un análisis previo, siempre ha sido peligroso y con consecuencias nefastas, ojala en estas elecciones escuchemos, como bien señala usted, más discusión con análisis en razones y no en prejuicios.

Muchas gracias por su publicación y esperamos con ansias la siguinente.

Saludos,

Mónica