martes, marzo 21, 2023

La contrareforma universitaria

 La reforma universitaria aún era un proceso en su fase inicial. Los cambios previstos en las normas requerían un acompañamiento en la práctica institucional. Los esfuerzos por lograr mejores estándares en el desempeño de las universidades debían reflejarse no solo en cambios mínimos en la infraestructura y señales cosméticas en los papeles. Una reforma en serio debía ser capaz de enfrentar la dramática situación en la que se encuentran la mayor parte de las llamadas universidades con fines de lucro, pero también muchas universidades públicas: debía promover un cambio cultural para superar las incapacidades adiestradas de las autoridades universitarias y de los propios docentes universitarios.

Para comprobarlo basta con echar una mirada a los rankings internacionales: las universidades peruanas con excepción de una o dos, no cuentan ni siquiera entre las primeras mil o dos mil en el mundo. Para no ir lejos, el prestigioso ranking británico QS identifica a dos universidades peruanas entre las primeras 100 (que es decir mucho) en América Latina: una en el puesto 13 y la segunda en el 97. Y esto es el reflejo de lo dicho, es decir, de la escasa o nula importancia que se le otorga a la investigación, de haber convertido los grados académicos de maestría y doctorado en solo factores burocráticos, papeles que, prácticamente, se obsequian, de haber hecho de la cátedra universitaria una herramienta útil para cualquier fin, menos para difundir el amor al conocimiento, la crítica o el interés por la investigación científica.

La SUNEDU nació limitada en sus competencias, pues las presiones de los dueños de las universidades privadas se hicieron notar en el proceso de aprobación de la ley universitaria. Sin embargo, el esfuerzo de los años siguientes permitió algunos avances. El licenciamiento y las otras exigencias para el funcionamiento de las universidades, pero también la transparencia sobre el proceso de la vida universitaria a través de los datos que, sobre el particular, empezaron a aparecer. Los defectos eran y son superables, siempre en la perspectiva de su fortalecimiento.
La SUNEDU debía optimizar y perfeccionar sus competencias. Ese debía ser el tenor de cualquier reforma. Sin embargo, las "fuerzas del mal" representadas en el Congreso de la República (que hoy es todo menos eso), hicieron su trabajo y avanzaron en la desarticulación del gobierno de esta institución. La elección de su Consejo Directivo incompleto, cuyos miembros, sin talante, ahora se apresuran a nombrar al Jefe de la Institución son el inicio de lo que se verá, si todo esto se consuma, en el espacio universitario.



Es muy necesario tener presente que esta realidad es uno de los signos más representativos de estos tiempos donde la "política" ha sido sustituida por el grito, la ignorancia, la brutalidad y las emociones del más bajo calibre, tal vez, ni siquiera imaginadas por Orwell. En eso se diluyen los extremos de la izquierda y la derecha del Congreso, pero también sus acompañantes dentro y fuera de él. Ellos han convertido la política en lo opuesto a la que se desarrolla con propósitos civilizatorios, la que convoca el sentido común, para mejorar la Polis, para crear ciudadanía, para establecer las mejores condiciones para que las personas puedan determinar su plan de vida como parte de la comunidad republicana.

Los poderes fácticos de los grupos económicos de distinto origen, también involucrados en las universidades, son una extensión clave del oscuro y dramático futuro que se empieza a vislumbrar en el país. A la represión, los asesinatos y a la incapacidad de gobernar del actual régimen se suma este rasgo del período: el desprecio por la educación universitaria y su sometimiento a los intereses privados y a la idea de un mercado que no existe.

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